Mucho se habla sobre el Narcisismo estos días, pero de una manera bastante sesgada y muy centrada en ciertas características que, sin embargo, no acaban de desvelar lo que, como psicoterapeuta, encuentro el rasgo definitorio de la psicología de una persona narcisista, al que voy a dedicar este artículo.
Comencemos resaltando que la realidad del Yo de una persona está arraigada en el cuerpo, en sus sentimientos y necesidades. Consiste en la vivencia psico-corporal, inequívoca y auténtica, que se está manifestando en cada uno de nosotros.
La persona narcisista, en cambio, se identifica más con su imagen que de sus sentimientos, e incluso los niega si estos contradicen la imagen que quiere proyectar. Por tanto, la dinámica principal del Narcisismo consiste en una pérdida del sentido del Yo real y la identificación con la imagen idealizada de un@ mism@.
Cuanto más se identifica la persona con la imagen, más se debilita el Yo, hasta el punto de que a la persona narcisista le resulta difícil distinguir lo que realmente es y aquello que pretende ser. El Narcisimo denota un grado de irrealidad tanto en la persona como en la cultura.
Este alejamiento del yo, desempondera y desvitaliza a la persona: La vida está en el cuerpo, los sentimientos auténticos y en el Yo. La imagen, en cambio, es algo muerto. Como el Yo es mucho más que una imagen, la única manera que encuentra el narcisista de intentar compensar (porque no lo conseguirá) la pérdida de su Yo (no existe mayor pérdida) es a través del engrandecimiento de esa imagen. Este sentimiento de grandiosidad es un rasgo frecuente de las personas narcisistas.
En palabras de Alexander Lowen: “Carente de la fuerza efectiva que surge de los sentimientos intensos, el narcisista necesita y busca el poder para compensar esa deficiencia. El poder parece dar energía a la imagen narcisista, darle una potencia que de otra manera no tendría”.
La negación del yo de la persona narcisista le impide tanto conectar con sus sentimientos verdaderos como amar auténticamente a otras personas, ya que el amor sólo puede darse cuando la persona está en pleno contacto con su Yo. Como dice Lowen, amar significa compartir el Yo.
La persona narcisista carece de este contacto, tanto consigo misma como con el otro, por lo que pasa a redirigir la libido hacia la imagen de sí mismo, que pasa a ser el objeto sustituto de deseo. Es a esto a lo que hace referencia el mito griego de Narciso, cuando el personaje se se enamora de su propia imagen.
En palabras de Lowen: “Este tipo de sustitución tiene lugar durante la infancia, y se genera en una situación en la que la presión de los padres no deja elección a la criatura. Sin embargo, una vez hecha la sustitución, la imagen se convierte en lo más importante. La persona admira entonces la imagen que proyecta y, al igual que Narciso, se enamora de ella. Y este amor no es amor al yo, porque la fachada creada por la persona rechaza el verdadero yo por inaceptable.”
Gracias por leer.
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